30 octubre 2010

La Juventud de la Patria Sublevada

La Juventud de la Patria Sublevada de Martin Arenas, Buenos Aires, 29 de octubre de 2010

    La juventud, familias enteras, los trabajadores, algunos de traje saliendo de la oficina, otros con lo puesto después de atravesar varios kilómetros y llegar desde provincias lejanas ­-como Chaco, Formosa, Jujuy, Neuquén, Río Negro, La Rioja, Catamarca, Entre Ríos y La Pampa, entre otras-, nosotros desde Mendoza, junto a los muchachos de La Boca y algunos que llegan del famoso conurbano (La Matanza, José C. Paz, Avellaneda y Berisso), todos coreamos su nombre en esa larga fila justo en la intersección de las calles Perón y 25 de Mayo, siendo las 3.20 del viernes.
    A medida que avanzamos se empieza a ver la parte lateral de la Casa Rosada y comenzamos a entonar el Himno Nacional. Miles de compatriotas nos unimos emotivamente al grito de “¡…o juremos con gloria morir!, ¡o juremos con gloria morir!”. Luego, la infaltable Marcha de los muchachos y algunos cánticos como “Néstor con Perón, Cristina con el pueblo”, “Patria sí, colonia no”, “Che, Gorila, che, Gorila, no te lo decimos más: si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”, “Andate Cobos la p... que te parió, andate Cobos la p... que te parió”, “El que no salta es un traidor, el que no salta es un traidor”, “Cristina, Cristina, Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación”, “Olelé, olalá, si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está” y “Néstor no se murió, Néstor no se murió, Néstor vive en el pueblo, la puta madre que lo parió”. Todas y cada una de ellas reflejan el sentir de miles y miles de argentinos que no permitiremos que se dé ni un solo paso atrás en la construcción de este modelo de país, por los más humildes, por los desprotegidos, por los que no teníamos voz y ahora la tenemos, por lo que falta y, sobre todas las cosas, por Él, que entregó la vida.

    Estamos entrando a la Casa Rosada. Atravesamos un largo pasillo que nos lleva al famoso patio interno del edificio: el “patio de las palmeras”. Muchos miramos asombrados, quizás porque es la primera vez que estamos ahí. Se escuchan aplausos a lo lejos, provenientes del Salón de los Patriotas Latinoamericanos, lugar donde está Él.

    Nos seguimos acercando. “¡Fuerza, Cristina!”, grita una señora entre llanto y llanto; “¡Gracias, Néstor!”, se escucha de parte de un joven militante. Es una mezcla de dolor, bronca y cierta alegría de poder presenciar un momento histórico para el pueblo argentino como será este. Llegamos al salón. Hay un silencio aplastante. Cuatro granaderos rodean el féretro, que se roba nuestras miradas durante esos segundos que dura la despedida, tan corta que no pareció haber existido y que en realidad es sólo el comienzo de un momento en la historia –bisagra, seguramente- que será más que importante y valioso para todos nosotros, marcando a fuego una generación de argentinos que serán protagonistas a la hora de guiar los destinos del país en un futuro no muy lejano.
    Y pasó lo que debía pasar: a las 10.45 comenzaron a caer las primeras gotas de despedida, como si Perón y Evita lo lloraran desde el cielo. La gente no se mueve… ¡no se mueve! Cada vez llueve más y más gente se hace presente en las calles para despedirlo. A lo lejos comienza a sonar la Marcha de San Lorenzo interpretada por la Orquesta de Granaderos como el mejor homenaje a un hombre que, “cubriéndose de gloria, cual precio a la victoria, su vida rinde haciéndose inmortal”. La lluvia no da revancha y cae con más fuerza que nunca, mezclándose con el llanto de muchos de nosotros que vemos cómo la historia nos hace parte de un momento imborrable en nuestros corazones. Nadie se mueve: “Llueve y llueve, y el pueblo no se mueve”.

    Esos cánticos y esa alegría fueron el reflejo de la voluntad con la que todos llegamos hasta este lugar y con la que todos vamos a seguir transitando este camino de profundas convicciones que hemos elegido, sobre todo la generación de jóvenes hijos de este proceso que Él encabezó.

    Esa larga espera era más que justificada, era el último adiós al compañero que nos había devuelto la esperanza de volver a creer en la política, de volver a participar y comprometernos con nuestro lugar en el mundo, de que nosotros, los jóvenes, volvamos a ser protagonistas en la construcción de un país más justo que nos incluya a todos, sobre todo a los más humildes.

A mi seres queridos, a mis compañeros de militancia y a la memoria de Néstor Kirchner.

Buenos Aires, 29 de octubre de 2010
Martín Arenas
La Bicentenario
Generación Bicentenario Mendoza .-

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